Se conoce como marginalia al conjunto de notas, comentarios, dibujos, marcas u otros elementos que se escriben o dibujan en los márgenes de los libros.
Estas anotaciones van desde comentarios personales, reflexiones o incluso reacciones del lector, resúmenes de contenido, señalamiento de errores o desacuerdos con el textos, hasta dibujos (iluminaciones) en los márgenes. En algunos casos son subrayados, o tienen forma de estrella, signos de exclamación y destacan las conocidas como manicules (del latín manicula, “manita”) símbolos en forma de mano con el dedo índice extendido utilizados en los márgenes de libros antiguos para señalar pasajes importantes, comentarios o citas.
Los marginalia servían para señalar pasajes importantes y reflejan la interacción personal del lector con el texto, ofreciendo una ventana única al pensamiento y a las prioridades de los lectores medievales y renacentistas. Se trata de una práctica antigua y tiene un significado especial tanto desde el punto de vista cultural como histórico.
En el Renacimiento y la Edad moderna, los marginalia eran considerados una forma de diálogo con el texto. Humanistas como Erasmo y Montaigne eran conocidos porque en sus libros aparecía abundante marginalia.
En la actualidad escribir, anotar o dibujar en los libros es considerado, con carácter general, una práctica poco apropiada, sobre todo si se trata de libros prestados o pertenecientes a una biblioteca pública o particular. Otros en cambio, lo ven como una forma muy personal de interactuar con el texto. Con la llegada del ebook se inaugura la denominada “marginalia digital”, subrayado de pasajes, marcado de citas o inclusión de notas. Estas anotaciones pueden ser privadas o compartidas con otros usuarios lo que deriva en una especie de “lectura social”.
Es indudable la importancia histórica y académica de los marginalia en el sentido de que permiten estudiar cómo leían y entendían los textos lectores de otras épocas. Reflejan también la relación íntima entre lector y libro y hasta hoy han llegado ejemplos de autores que se han caracterizado por ser grandes anotadores, como Newton con reflexiones sobre temas teológicos y esotéricos, Coleridge que mezclaba análisis literarios con reflexiones filosóficas y emocionales, y Herman Melville, Mark Twain, Cortázar o Silvia Plath cuyas marginalia han sido consideradas y estudiadas como parte de su obra. Umberto Eco, que nos ofrece una de las descripciones más ricas y detalladas de una biblioteca medieval en El nombre de la Rosa, tenía una biblioteca personal llena de libros anotados.
Edgar Allan Poe lo dejó anotado, “Cuando compro libros, siempre he buscado un amplio margen (…) por la facilidad que me otorga para anotar pensamientos, acuerdos y diferencias de opinión o comentarios críticos en general”
Y tú querido lector ¿practicas la marginalia?